El primer día de la última regla es una referencia más fiable que la fecha de ovulación, por lo que el ginecólogo empieza a contar el tiempo de embarazo a partir de ese momento. Esto supone que por lo general durante las dos primeras semanas no hay embarazo ni embrión, al no haberse producido todavía la fecundación.
De hecho, durante la segunda semana el útero está preparando la pared interior para acoger al ovocito que se ha desprendido del ovario y que ha sido fecundado en su camino por la trompa de Falopio hacia el útero, transformándose en cigoto.
Doce horas después de la fecundación el cigoto se divide formando dos células que a su vez repiten este proceso, de modo que cada 12 horas el número de células se duplica. Aproximadamente dos días después llega al útero manteniendo esta dinámica de crecimiento exponencial, aunque aún podría tardar cuatro días en adherirse a su pared interior. Cuando este hecho se produce es posible que se genere un leve sangrado vaginal (apenas unas gotas).
Durante la cuarta semana el blastocito (así se llama ahora al cigoto) se adhiere al endometrio e inicia su proceso de desarrollo. Antes todas las células eran iguales, pero ahora empiezan a diferenciarse y a especializarse. Unas, las de la capa externa, se encargan de formar la estructura del habitáculo en el que crecerá el bebé: placenta cordón umbilical y la membrana amniótica y a profundizar en la pared del útero. El resto se ocupará del desarrollo de su organismo.
Lo que antes era un cuerpo esférico ahora es un cilindro que empieza a curvarse ya coger forma. Cuando el tiempo de embarazo es cumple el primer mes de embarazo el blastocito mide aproximadamente 0,25 milímetros.
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