El acelerón final del crecimiento del feto pasa factura a la madre durante el noveno mes de embarazo. La presión sobre los pulmones, el estómago y la vejiga causa fatiga, acidez y muchas ganas de ir al baño. Los tobillos e incluso las manos se hinchan y por las noches puede verse despertada por calambres en las piernas. Además, no le resulta fácil conciliar el sueño. También se acentúa la presión del feto sobre la pelvis de modo que ésta y las nalgas se sientan doloridas.
Al iniciar la recta final del embarazo, la placenta aumenta su tamaño para nutrir adecuadamente al feto y también porque a ella va su orina. Todos sus órganos funcionan perfectamente. Tanto es así que al finalizar la semana 37 de embarazo se considera que éste ha llegado a término y el parto se puede producir en cualquier momento.
Al feto solo le queda seguir engordando, lo que hace a buen ritmo, hasta alcanzar los aproximadamente 50 centímetros y 3,2 de kilos que tendrá en el momento de nacer. Apenas se mueve y cuando lo hace se puede apreciar el movimiento en la piel del vientre de la madre.
Mientras llega el momento del parto, el lanugo comienza a desprenderse de la piel del feto, que lo traga junto al líquido amniótico y lo acumula en su intestino grueso, con el resto del mecomio. Lo expulsará después de nacer.
A partir de este momento los controles médicos son semanales. Se escucha el latido fetal y se estudia el ritmo cardíaco y las contracciones del útero. Si se detecta cualquier signo de sufrimiento fetal, habrá que adelantar el parto. Si todo va bien, una semana antes del parto se inicia la dilatación de la matriz y se desprende el tapón de moco que cerraba el cuello del útero.
En no más de un par de días se empiezan a sentir las contracciones de parto, que se producen en la parte superior del útero y empujan al bebé hacia abajo. Antes eran prácticamente imperceptibles, aunque ahora se hacen notar y se producen cada vez más próximas en el tiempo. El ritmo cardíaco del bebé se acelera de 80-120 pulsaciones por minuto a 140-180 y después se normaliza: hasta la próxima contracción. Ha llegado el momento del parto.
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